
Recordado con gran cariño por los feligreses que aun sobreviven, D. Lisardo fue ejemplo de bondad, caridad para con los necesitados y consecuente con sus creencias. Ante los actos irracionales que abundan en cualquier guerra, nuestro beato prefirió mantener y reafirmar sus creencias, aun a costa de su vida. Se cumplió con ello una de sus aspiraciones. Durante el interrogatorio de beatificación, varios testigos manifestaron la admiración que sentía por los mártires y su deseo de compartir con ellos el mismo destino. Iniciado el fanatismo de la guerra, cuando le aconsejaron que se escondiese o huyese, su respuesta siempre fue: “Nada tengo que temer pues a nadie he hecho daño”.
En el mismo acto fue recordado el Reverendo Padre D. Martín Salinas Cañizares. Nacido en nuestra población, fue ejecutado, como D. Lisardo, en el Pozo de la Lagarta de Tabernas. Ambos fueron beatificados en el mismo proceso que tuvo su culmen en Aguadulce el 25 de marzo del 2,017.
Fuente: teleprensa.com